El pueblito.
Vivo en un pueblito,
con aire de ciudad.
Donde todos nos ubicamos y conocemos.
Los apodos y los apellidos,
son famosos a la hora de indagar.
¿Quién es su parentela?
¿Quién es su familiar?
En el pueblito hay que saludar,
y dedicarle tiempo a conversar,
sea en una esquina, en el centro
o alrededor de una mesa familiar.
En el pueblito ¡hay que copuchar!
comentar con el amigo o el pariente,
el conocido, el vecino, o la autoridad.
¡Lo que se escuchó en la calle!,
lo que vio en la tele,
lo que le comentaron,
o lo que usted no sabía na.
Este pueblito tan especial,
Se ubica entre medio de cerros y quebras,
está constituido de mucha gente buena,
que cultiva tradiciones campesinas,
y gusta de la vida rural.
El adobe.
Recuerdo la textura rugosa
de la tierra con la paja,
en un amasijo cuadrado de adobe.
Recuerdo los pies metidos en el barro
¡de quienes hicieran la mágica combinación!
Mezcla antiquísima y ancestral
requerida para su formación,
materia prima del campo,
usada para la construcción.
Recuerdo alguna semilla loca,
que se cobijaba entre sus brazos.
Planta que asomaba por sus rendijas,
cuando la agua lluvia la había regado.
Recuerdo a mi padre trabajar…
en la faena del adobe forjar,
luego cuadrado, tras cuadrado pegar,
para así formar, la casa que nos iba a cobijar.Ojotas.
Chalas de campo,
de fabricación artesanal.
Usadas por un peón rural,
en el pueblo y en el campo
cuando no había dinero,
para zapatos comprar.
con neumáticos y alambre
se podían fabricar,
con una cortapluma y alicate
se lograban modelar.
Se cortaba la planta,
y las tiras que se iban usar.
Las junturas eran de alambre de púas,
y se apretaban como remaches,
para que no se fueran a soltar.
Fuera invierno o verano,
¡no había otra calzado que poder usar!
Así que con frio los dedos se helaban,
y con calor se ponían a transpirar.
¿Cuántos desearían,
un zapato poder comprar?
¿Cuántos soñarían,
sus pies desnudos poder calzar?
Sé que el dinero ganado,
en aquella época no les alcanzaba para na.
Pero todos querían,
botines de cuero un día poder usar.
Pero la ojota de campo
era el calzado habitual.
Y el que tenía zapatos
Los usaba solo para la pará.
En el campo, otra cosa no duraba casi na.
Además los pies se habían amoldado de chicos,
a su tosca textura, de tanto andar.
Chalas de campo,
de fabricación artesanal.
Usadas por un peón rural,
en el pueblo y en el campo
cuando no había dinero,
para zapatos comprar.Me gusta la feria.
Me gusta la feria, porque hay un de todo.
¡Muchas cosas que mirar!
¡Muchas mercancías para comprar!
¡Muchas copuchas para contar!
Me gusta la feria, ¡por su diversidad!
Variedad de precios, enseres,
y gente para observar.
Me gusta la feria,
con sus ofertas y popularidad.
Ya que hay para regodearse,
vitrinear, detenerse y regatear.
Me gusta la feria, ¡porque se puede ofertar!
Y cotizar lo que uno quiera,
además de poder seleccionar y comparar.
Lo bueno, lo bonito y barato,
lo muy… muy, lo ni tanto,
y todo lo que hay.
Me gusta la feria,
porque de niña, ¡era mi paseo dominical.
Además le aseguro que usted nunca se aburrirá,
con los miles de productos, que allí encontrará.
El comerciante.
Día a día en el centro se puede observar,
el comerciante ambulante
que le ofrece su producto al pasar.
O el comerciante ocasional,
que sale a vender por necesidad.
Y también el comerciante establecido,
¡que lo espera en su local!
¡Dios da para todos!
Eso es lo que hay que pensar,
por eso ¡salga a vender no más!
¡Gánese por aquí con su mercadería!
Promociónela y póngase a ofertar.
¡No hay que ser mezquinos,
porque en la calle siempre hay lugar!
¿Cómo sabe si le va bien,
y logra hacer unos pesitos de más?
Luego pasará el inspector municipal,
quien un permiso le cobrará,
¡pero venga a vender no mas
que gana con quedarse en la casa,
sin hacer na!
Si con lo que genere,
usted puede comprar,
la variedad de productos
que a diario se utilizan en el hogar,
ya que para el desayuno,
el almuerzo o la once,
¡muchas veces tenemos que gastar!
Y si se está sin trabajo,
¡nada cuesta unos pancitos amasar!
Hacer unas churrascas, freír
sopaipillas
para salir a vender,
y así tener, para la olla parar.
¡Por eso salga a vender no más!
Ya que ser comerciante, ¡no cuesta na!
Solo tiene que tener paciencia,
Porque siempre alguien, ¡comprará!
El monedero.
Cuando era chica,
y pedía una monedita para comprar,
mi papá me decía que el cocodrilo no quería dar.
Yo le preguntaba si las monedas no eran suyas,
Y aunque me respondía que ¡sí!,
Me decía que el cocodrilo no las quería soltar.
Entonces iba donde mi madre y lo volvía a intentar.
¿Mamita me da una monedita para ir comprar?
pero ella me respondía,
que la mano de guagua, no la iba a dejar.
Así confundida, no comprendía,
quién eran esos personajes,
¡que tantas veces me solieran nombrar!
Pero a través de ir creciendo
los fui conociendo,
y también, los comencé a usar.
Tuve un chorito, y un chauchero,
Y un monedero de cuero que me regalo mi papá.
Y el pañuelo amarrado,
en algunos viejitos de antaño,
también alcance a visualizar.
Todos ellos, eran administradores de dinero,
que en el bolsillo chileno, ¡no podían faltar!
Esta actividad no se realizaba desde el año 2013, donde Carolina también realizó una actividad de lectura poética.
después de esta excelente lectura.
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